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Allá por la década de los años 50´, cuando de guardapolvo blanco concurría a la escuela primaria de mi querido barrio de Floresta, en la ciudad de Buenos Aires (Colegio Emilio Giménez Zapiola - del Distrito Escolar nº 18, sito en la calle Joaquín V. González 180), solían ocurrir cosas como la que paso a relatar a continuación.
Cuál era la razón por la que muchas veces los alumnos teníamos que soportar las protestas y reprimendas de los maestros/as, por los conocidos "manchones de tinta" en nuestros cuadernos.
En aquel momento no lo podía entender y creía que era una bestia que no sabia utilizar la lapicera de pluma (usualmente la famosa "cucharita"), aunque tiempo después me dí cuenta que la razón era que el portero de turno estiraba la tinta que colocaba casi todos los días en los tinteros individuales, con agua de la canilla o grifo (como quieran llamarle).
Y por culpa de una actitud de - vaya a saber uno el verdadero motivo - economía, falta de presupuesto, -tal vez- acopio indebido de tinta por parte del portero, etc.; cuantas veces hemos tenido que soportar algún castigo de parte de los queridos maestros.
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